Miles de norcoreanos están siendo enviados a Rusia para trabajar en condiciones que rozan la esclavitud, en medio de una alarmante escasez de mano de obra provocada por la invasión de Ucrania. Funcionarios de inteligencia surcoreanos han revelado que Moscú ha intensificado su dependencia de estos trabajadores para sostener su esfuerzo bélico, utilizando su mano de obra en proyectos de construcción y fábricas a pesar de las sanciones de la ONU.
Los relatos de seis norcoreanos que lograron escapar de Rusia son desgarradores: desde el momento en que aterrizan, son escoltados por agentes del régimen de Kim Jong-un, quienes les prohíben comunicarse con otros y les obligan a trabajar jornadas extenuantes de hasta 18 horas, con apenas dos días libres al año. Estos hombres viven en condiciones infrahumanas, durmiendo en contenedores sucios y abarrotados, vigilados constantemente por las autoridades norcoreanas.
A pesar de las restricciones impuestas en 2019 por la ONU para frenar el flujo de trabajadores norcoreanos, más de 10,000 han llegado a Rusia en el último año, y se prevé que la cifra supere los 50,000 en el transcurso de 2024. Las estadísticas oficiales del gobierno ruso indican que más de 13,000 norcoreanos ingresaron al país en 2024, un incremento asombroso de 12 veces en comparación con el año anterior. Muchos de ellos entran como “estudiantes”, una táctica que Rusia utiliza para eludir las sanciones internacionales.
La situación es crítica: el número de norcoreanos que logran escapar ha disminuido drásticamente, reduciéndose a apenas diez al año, atrapados entre la represión del régimen y el caos de la guerra. La comunidad internacional observa con creciente preocupación cómo este nuevo capítulo de explotación laboral se desarrolla en el contexto de un conflicto global. La urgencia de esta crisis no puede ser ignorada.