El Barcelona fracasó. Pero no se trata de un fracaso cualquiera ni del colapso de un colectivo desorientado.
El Barça perdió ante el Inter de Milán en las semifinales de la Liga de Campeones.
Hay fracasos más hermosos que victorias. La Noche de Giuseppe Meazza es un ejemplo perfecto. El Barcelona abandonó la Champions League no con humillación, sino con una bella tragedia: al caer en la belleza del fútbol que perseguía.
En Cataluña los dos equipos empataron 3-3. En Milán, el Inter ganó 4-3. Tras los dos partidos, el marcador global era 7-6 y el billete para la final de la Champions League estaba asegurado para el equipo de Simone Inzaghi.
El Inter avanzó, pero la historia más reveladora de la noche fue la de los perdedores del Milán. Un Barcelona transformado bajo la dirección de Hansi Flick, un equipo que cayó pero no se rindió y, sobre todo, una tragedia llamada Ronald Araújo, un héroe incompleto.
El partido comenzó con dominio del Inter. La intensa presión del equipo local ahogó todos los intentos del Barcelona de desarrollar el balón. Los errores de Dani Olmo y Gerard Martín fueron castigados rápidamente y sin piedad.
0-2 es una diferencia demasiado grande para un Barcelona que no cuenta con su plantilla más fuerte, cuando sus dos laterales clave están ausentes. Durante los primeros 45 minutos, Marcus Thuram también presionó constantemente la defensa rival con fuerza y astucia.
Lamine Yamal jugó bien, pero no lo suficiente para ayudar al Barça a alcanzar la final de la Liga de Campeones.
Pero cuando todo parecía perdido, el Barcelona resurgió. No por una táctica compleja, sino por una identidad pura, aquello que ha hecho famoso al equipo catalán durante décadas.
Tras el descanso, Pedri recuperó el control del centro del campo, lento pero seguro, como un reloj. Olmo -que había cometido el error fatal- empezó a encontrar espacios entre las líneas. Y el prodigio de 17 años Lamine Yamal continuó demostrando que la edad es sólo un número al destrozar el flanco derecho del Inter.
Los tres goles consecutivos del Barcelona no sólo son un milagro, sino también un testimonio de la vitalidad de una filosofía del fútbol. 3-2 y el Giuseppe Meazza estaba en shock. El hermoso disparo de Lamine Yamal pegó en el poste, provocando que miles de corazones dejaran de latir por un momento.
Pero luego la tragedia se desarrolla como una obra de Shakespeare. Ronald Araújo -traído con la expectativa de ser el muro final- resultó ser una debilidad fatal. No una, sino dos veces dejó escapar a Acerbi en situaciones cruciales. El empate 3-3 fue una puñalada directa al corazón del Barcelona, y fue Araújo quien, sin querer, recibió el cuchillo. En el tiempo añadido, el central uruguayo dejó pasar a Thuram en una situación aparentemente sencilla.
Esta no es la primera vez. Tampoco es la segunda vez. Ronald Araújo se convirtió en una figura constante cada vez que el Barcelona entraba en los partidos decisivos de la Liga de Campeones. No por falta de talento, sino por falta de carácter: el factor decisivo pero el más esquivo del fútbol de élite.
Hansi Flick está reconstruyendo Barcelona.
Hansi Flick está reconstruyendo el Barcelona con una filosofía clara: posesión, presión alta y ataques variados. Pero toda gran obra necesita una base sólida. Si Araújo sigue siendo un punto débil en los momentos decisivos, el Barça no podrá llegar más lejos por muy bonito que sea su juego.
El Inter merecía el billete para la final. Jugaron un partido inteligente, aprovechando al máximo los errores de sus oponentes y manteniéndose resilientes en los momentos más difíciles. El entrenador Inzaghi lee muy bien el juego, sabe cuándo atacar agresivamente y cuándo retroceder para defender.
Pero después de esta impresionante persecución por el marcador, el mundo del fútbol todavía reservaba la mayor parte de su admiración para el Barcelona. El equipo de Flick demostró que ya no era una pálida sombra de lo que era. Han vuelto, fuertes, inspirados y llenos de carácter.
Mientras tanto, la tragedia de Araújo es un recordatorio de que el fútbol no es sólo cuestión de talento, sino también de estabilidad mental. En un deporte donde la línea entre la gloria y la derrota es tan delgada como el grosor de un cabello, los momentos de distracción pueden arruinar una temporada entera.
El Barcelona se levantará, como siempre lo hace. El futuro sigue siendo prometedor con una cosecha de jóvenes talentos que están dando sus frutos. Pero una pregunta perseguirá a Flick durante todo el verano: ¿Araújo aún tiene la confianza para asumir el papel de pilar de la defensa o es hora de que una nueva leyenda escriba su propia historia?
El fracaso en Meazza no es el final. Es una coma en el ambicioso viaje de reconstrucción de Barcelona. Porque bajo las luces de la Champions League, se demostró una cosa: la belleza del fútbol a veces no reside en ganar, sino en cómo nos caemos y nos levantamos.