Israel ha llevado a cabo un ataque aéreo devastador en la capital de Yemen, Saná, causando al menos dos muertes y dejando a una treintena de heridos. Los bombardeos, dirigidos a bases militares de los rebeldes hutíes, han impactado infraestructuras clave, incluyendo zonas cercanas al palacio presidencial y centrales eléctricas, así como instalaciones de almacenamiento de combustible. Este ataque se produce en medio de un aumento de la tensión en la región, tras el lanzamiento de un misil por parte de los hutíes hacia Israel, que según las autoridades israelíes, se desintegró en el aire.
Los hutíes, un grupo respaldado por Irán, han intensificado sus ataques contra Israel en respuesta al conflicto en Gaza, que estalló tras un ataque de Hamas en territorio israelí. Desde el inicio de las hostilidades, los hutíes han prometido apoyo a sus aliados palestinos, lanzando repetidos ataques con misiles y drones. La situación en Yemen, un país devastado por la guerra durante más de una década, se complica aún más con esta escalada de violencia.
Las autoridades israelíes han justificado el ataque como una medida necesaria para desmantelar las capacidades militares de los hutíes, quienes controlan vastas áreas del territorio yemení. La comunidad internacional observa con preocupación este nuevo capítulo en un conflicto que amenaza con desestabilizar aún más la región. La urgencia de la situación es palpable, y se teme que la violencia continúe escalando en los próximos días. La población de Saná vive momentos de terror y caos, mientras el conflicto se intensifica y la posibilidad de una mayor confrontación se cierne sobre el horizonte.